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La lírica desde 1940 a los años 70

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LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70

 

1. Introducción

 

            Al final de la Guerra Civil (1939) cambia  radicalmente el panorama de la poesía  española. Algunos de nuestros grandes poetas mueren durante el conflicto (Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca); para otros supone el exilio. Tras la Guerra Civil española da comienzo la dictadura del general Franco y una dura posguerra marcada por la pobreza, la censura y el exilio de muchos intelectuales.   En los años 40 junto a la figura más destacada del período, Miguel Hernández, aparecen nuevas revistas que diversas orientaciones poéticas: Escorial, Garcilaso, Espadaña, Postismo o Cántico.  Durante los años cincuenta aparece la poesía social.   Hacia 1960 se tiende hacia  una renovación de temas y formas. En este cambio estético, junto al agotamiento de la poesía social, influyó la evolución de la sociedad española.

 

2. Los primeros años

 

Se marcan dos grandes tendencias poéticas representativas de los años cuarenta: la poesía arraigada, de carácter neoclasicista, y la poesía desarraigada o existencial, de tono trágico y expresión sencilla.

 

◦ La poesía arraigada. En  1940  Dionisio Ridruejo funda la revista  Escorial y en 1943  José García Nieto,  la  revista Garcilaso, de ahí que se les llamara "garcilasistas". Sus propósitos estaban claros: volver a las formas clásicas desechando la poesía pura y libérrima de la generación del 27, así como el vanguardismo y en especial el surrealismo. Valoran, por el contrario, las formas clásicas, como el soneto. Junto a los temas tradicionales (el amor, la naturaleza, etc.), el  dominante  será  el TEMA RELIGIOSO.  Entre otros, podemos citar a los siguientes poetas: José García Nieto, Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo. 

 

La poesía desarraigada y otras tendencias.   En  1944 surge en León la revista Espadaña, que marca un nuevo rumbo a la poesía española de los cuarenta: una  rehumanización de la poesía. Sus fundadores son Eugenio de Nora, Victoriano Crémer y González de Lama.  En  Espadaña  se defienden como principios estéticos: una poesía  menos blanda, menos tópica, de lenguaje más directo y tono bronco; menos preocupada por los elementos estéticos en sí mismos. Por lo que se refiere a los temas, pretende instaurar una poesía realista, comprometida con la situación existencial e histórica del hombre, invadida por  la angustia que producía el mundo deshecho y caótico de la España de la posguerra. El tema religioso adquiere un tono existencial en las abundantes preguntas que el poeta plantea a Dios sobre el sentido del sufrimiento humano.  En el mismo año de 1944, dos libros - con la misma orientación- aparecen escritos por poetas del 27: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre.

Aparte de estas manifestaciones, debemos referirnos a dos tendencias minoritarias. De un lado, surge el Postismo, movimiento de carácter vanguardista, abreviatura de postsurrealismo y título de una revista, de un solo número, fundada en 1945 por Carlos Edmundo de Ory, uno de los mejores poetas de posguerra. El surrealismo resurge; domina un aspecto lúdico, antisocial y antiacadémico que han consagrado poetas como J.E. Cirlot y Ángel Crespo. De otro lado, en Córdoba aparece en 1947 la revista -y  el grupo- Cántico, que propugna una poesía intimista, sensual y neobarroca, encabezada por poetas  como Pablo García Baena, Juan Bernier y Ricardo Molina.

 

 

 

3. La poesía social

 

En los años 50, la preocupación por los contenidos -de índole moral, que expresen los problemas sociales y políticos de España- es mayor que el interés por los elementos puramente estéticos. Los poetas buscan un acercamiento a la mayoría, se produce el  paso del yo al nosotros. Surgirá así una corriente de poesía social, que cristaliza en  la obra de Blas de Otero y Gabriel Celaya, y que será la predominante en esta década hasta aproximadamente 1965. Es una literatura de  urgencias, y se considera un instrumento para transformar la sociedad mediante la denuncia de la injusticia y la solidaridad con los oprimidos. Como la novela, la poesía social se constituye en testimonio sobre las realidades colectivas y de grupo. Esta poesía nació por unas causas muy concretas: la situación nacional y europea al término de la Segunda Guerra Mundial, las tensiones internas de la Guerra Fría, y el propósito de colaborar en la transformación de esta situación social, a lo que debe unirse el ambiente literario anterior. Sus presupuestos estéticos son claros: una poesía realista, de orientación narrativa y vocación eminentemente comunicativa claros en la que  predomina el tema sobre la forma, con tendencia a la sencillez y la repetición de estructuras formales, incluso una deliberada tendencia hacia el prosaísmo. Los temas, lógicamente a partir de sus presupuestos ideológicos, son los que afectan a la colectividad: condiciones precarias de la guerra y la postguerra, la injusticia y la solidaridad, también se recupera el tema de España en reflexiones políticas sobre la sociedad española y, en la época final,  motivos internacionales: capitalismo internacional, antibelicismo, Vietnam, figura del guerrillero hispanoamericano («Ché» Guevara)…   Junto a estos autores detaca José Hierro. Obras significativas de estos poetas son Cantos iberos (1955) de Gabriel Celaya, Quinta del 42 (1952) de José Hierro y Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero.

 

4.  La década de los sesenta. La superación de lo "social"

 

La Generación de 1950  la integran poetas nacidos entre  1925 y 1935 que no  han participado activamente en la guerra- los "niños de la guerra".  Entre otros son: Ángel González,  José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, José Manuel Caballero Bonald,  Antonio Gamoneda y los poetas de la Escuela de Barcelona: Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo  y  Carlos Barral. Sus primeros libros aparecen hacia 1955.   En ellos hay una voluntad decidida de superar lo "social" como tema. Reprochan a la poesía social su excesivo prosaísmo y la ausencia de lo personal en sus poemas. No rechazan las formas realistas ni el compromiso social de la poesía anterior, pero sí su intención política. Otro hecho relevante en esta promoción de poetas es, algo desconocido hasta entonces, su apertura a muy diversas influencias: poetas  extranjeros, poetas clásicos latinos y poetas españoles.  Son rasgos característicos de esta generación:

 a)  Poesía como conocimiento y  poesía como experiencia. Conciben la poesía como un modo de conocimiento propio y del mundo. El poema no es un estado de ánimo, sino una exigente labor.  Sus temas proceden de la indagación de su subjetividad, la experiencia personal (poesía como experiencia).

b) Realismo. Es característica su actitud humanista, su preocupación por los problemas del ser humano, tanto morales y sociales como existenciales e históricos.

c) Uso de la sátira y la ironía.  Por medio del humor y la ironía se revela su inconformismo.

d) Dignificación del lenguaje poético. Muestran un gran interés por la obra bien hecha. Entienden el poema como  una forma de comunicación sujeta a la métrica y retórica. Su estilo, no obstante, se caracteriza por su naturalidad y la utilización del lenguaje coloquial.

Merecen destacarse algunas obras: Moralidades, de Gil de Biedma; Conjuros  de C. Rodríguez; Descrédito del héroe, de Caballero Bonald,  La memoria y los signos, de Valente; Claridad, de José A. Goytisolo; Áspero mundo de Ángel González;  Sublevación inmóvil de A. Gamoneda.   

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